El proyecto lleva más de una década en funcionamiento, y ha ayudado a mantener intacta una vasta zona forestal, mediante la generación de créditos que se venden en un mercado de créditos de carbono, que es con frecuencia, inestable.
Los proyectos para evitar la deforestación, especialmente el proyecto REDD+ de Kariba, han recibido, en los últimos años, una buena dosis de atención mediática, por esta razón, quiero dejar constancia de que contaré la historia de Kariba a profundidad, así como las lecciones que hemos aprendido en el camino, y exponer con transparencia sobre lo bueno, lo malo y lo feo de intentar construir un mercado comercial para apoyar la acción climática.
Ubiquémonos a principios de 2010, no mucho después del fracaso de la Cumbre por el Clima - COP 15 en Copenhague, y antes de que sonaran las primeras vuvuzelas para el Mundial de Sudáfrica.
Los mercados de carbono son jóvenes y la mayoría de los agentes y representantes comerciales se centran en el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) establecido mediante del Protocolo de Kioto, un tratado internacional sobre el cambio climático, firmado en 1997. El Protocolo de Kioto entró en vigor a principios de 2005, casi al mismo tiempo en que la Unión Europea puso en marcha su Régimen de Comercio de Derechos de Emisión (RCDE UE).
En ese momento, la mayoría de los proyectos de acción por el clima se centraban en la construcción de energías renovables y en abordar las fuentes de metano para reducir los gases de efecto invernadero. Los proyectos de uso de la tierra, como los de agricultura y silvicultura, habían quedado excluidos del RCDE UE, como consecuencia de ello, casi no se están desarrollando proyectos forestales. El reto de reducir la deforestación se excluye, en gran medida, de los debates sobre el Protocolo de Kioto.
Como uno de los cinco fundadores de South Pole, llevaba cuatro años trabajando en la compañía, todos teníamos formación en ciencias medioambientales y el deseo de crear una empresa que ayudara a afrontar el mayor reto del siglo XXI: el cambio climático.
Recibimos un correo electrónico de alguien en Zimbabue que quería trabajar con nosotros para desarrollar un proyecto REDD+, una iniciativa climática de la ONU relativamente nueva que se diseñó para ofrecer un mecanismo de reducción de las emisiones derivadas de la deforestación y la degradación forestal en los países en desarrollo, e incentivado por la venta de créditos de carbono.
Por curiosidad, respondimos. Hasta entonces, habíamos desarrollado sobre todo proyectos en lugares como Tailandia y Kenia, China y Colombia, en este último vivían dos de los cofundadores. REDD+ era un territorio nuevo para nosotros y para todo el mercado.
Viajamos a una zona de conservación en el noreste de Zimbabue para saber más. Hablamos con la gente para comprender mejor las amenazas que sufren los bosques de ese parque, así como los de las tierras altas orientales, como consecuencia de las políticas agrícolas. Durante varios años, los disturbios civiles y la situación macroeconómica habían obligado a los trabajadores a abandonar las explotaciones comerciales en el centro de Zimbabue, lo que provocó un desempleo masivo. La gente desesperada estaba regresando a sus tierras y comunidades, lo que provocó un repunte de la deforestación en toda el área rural de Zimbabue. Allí, un miembro de nuestro equipo compró un billete de un billón de dólares de Zimbabue como recuerdo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba intentando, una vez más, rescatar la deteriorada economía del país.
Comenzamos revisando las metodologías para proyectos REDD+ desarrolladas por Verra, que era el único estándar de carbono para proyectos de deforestación evitada disponible en aquel momento; encontramos una metodología que había sido redactada hacía poco, VM9 y que fue utilizada por otro proyecto en Asia. Utilizamos imágenes de satélite Landsat con aproximaciones de alto nivel y llegamos a la conclusión de que no tenía sentido desarrollar un proyecto REDD+ en el este de Zimbabue: la zona era demasiado pequeña y el costo que implicaría un proyecto de uso de la tierra era demasiado alto. Esto nos decepcionó un poco, pero seguíamos considerando la zona conocida como Songo, cerca del lago Kariba, que había sido identificada como un proyecto potencial. Entonces, repetimos el trabajo de elegibilidad de carbono y descubrimos que esta zona tenía potencial.
Un estudio de viabilidad suele constar de varios pasos. En primer lugar, se debe tener la certeza de que existe un problema medioambiental que puede resolverse mediante la ejecución de un proyecto REDD+. Esto es lo que se conoce como teoría del cambio, en la que se identifican los motores y agentes subyacentes de la deforestación y se diseña una serie de intervenciones para reducirla.
Esta teoría solo funciona si el proyecto lo ejecuta un socio capaz, con el apoyo de comunidades locales comprometidas. Una vez que estemos convencidos de ello, se puede examinar si cumple los requisitos para ser un proyecto REDD+ sobre la base de metodologías detalladas y explorar la viabilidad técnica.
También es importante que el terreno sea apto y que el volumen potencial de créditos de carbono generados (en caso de éxito) sea suficiente para cubrir los costos de desarrollo del proyecto. Elaboramos un estudio inicial de viabilidad en Kariba para nuestro cliente Carbon Green Investments (CGI), quien inició conversaciones con las partes interesadas de las comunidades circundantes: los consejos de los distritos rurales de Hurungwe, Binga, Nyaminyami y Mbire. Estas comunidades estaban interesadas en un proyecto de conservación forestal que también abordaría otros dos graves problemas a los que se enfrentan: la seguridad alimentaria y la escasez de agua. En aquel momento había pocas ONG activas en sus zonas, y las que estaban se centraban, sobre todo, en proporcionar ayuda alimentaria de emergencia y de realizar intervenciones sanitarias básicas, como parte de programas a corto plazo financiados con donaciones.
Como resultado de este estudio, acordamos en que se daban los requisitos previos para desarrollar un proyecto REDD+:
La CGI llegó a un acuerdo con los Consejos de Distrito Rural sobre el reparto de los ingresos netos procedentes de la venta de créditos de carbono, una vez se definieron los gastos de administración y venta. Se decidió que el CGI se quedaría con el 30 % de los ingresos a cambio de poner en marcha el proyecto y aportar la financiación inicial, y que el resto se repartiría entre las estructuras locales. Entre ellas, Carbon Green África (el equipo que lideró las actividades del proyecto para evitar la deforestación y fomentar el desarrollo social), los cuatro Consejos de Distrito Rural (CDR), los proyectos comunitarios, un fondo comunitario para "días de lluvia" y dos arrendatarios de concesiones.
El 01 de julio de 2011 comenzó oficialmente las actividades del proyecto Kariba. Al principio, se contó con la ayuda de dos consultoras zimbabuenses, Black Crystal Consulting y Environment Africa. Al cabo de un tiempo, Carbon Green África (CGA) se fundó para ser el operador permanente del proyecto, haciéndose cargo del trabajo diario de la prevención de incendios forestales, la lucha contra la caza furtiva y la deforestación ilegal, además del apoyo a las actividades de desarrollo social y económico con las comunidades locales.
Mientras tanto, South Pole y CGI acordaron un contrato de servicios de consultoría para elaborar el Documento de Diseño del Proyecto (PDD, por sus siglas en inglés). En términos sencillos, un PDD es como el plano inicial para describir el plan detallado de un proyecto y cómo este cumple los requisitos de una determinada norma para proyectos de carbono.
Empezamos a preparar el proyecto para la certificación, inicialmente usamos un estándar conocido como Clima, Comunidad y Biodiversidad (CCB), este estándar fue elaborado por varias ONG entre las que se encontraban Conservation International, CARE, The Nature Conservancy, Rainforest Alliance y Wildlife Conservation Society.
Paralelamente y como complemento, también estudiamos la posibilidad de desarrollar el proyecto de acuerdo con el Verified Carbon Standard (VCS) o Verra, como se conoce hoy en día dicha organización. Para que nuestro proyecto fuera validado conforme a Verra, se necesitaba más tiempo para determinar el análisis de referencia y establecer los protocolos de seguimiento. Actualmente, tanto el estándar CCB como el de VCS son administrados por Verra, en 2011 eran dos organizaciones distintas y tenían procesos y plantillas de certificación independientes.
Primero, logramos validar el proyecto con el estándar CCB. Según las normas CCB, el promotor de un proyecto debe demostrar que tiene un impacto climático positivo neto en 15 criterios. Para ello, se utilizaron imágenes de satélite tradicionales para establecer una tasa de deforestación de referencia (pues no era necesario cuantificar ni establecer una zona de referencia). Se utilizó un cálculo simplificado destinado a mostrar el impacto climático positivo neto del proyecto, con ello estimamos un beneficio climático neto superior a un millón de toneladas de reducción de emisiones al año. Confiábamos en que el proyecto generaría suficientes créditos de carbono para una zona tan extensa como para ser viable como proyecto.
Lo que no sabíamos en ese entonces era lo difícil que iba a ser vender los créditos.
Luego, se procedió con la validación del VCS. El PDD del VCS requirió más trabajo. Utilizamos la primera versión de algo conocido como Metodología 9 (MV9), que empleaba algo llamado Modelo de Deforestación Acumulativa (MDC), el cual tiene en cuenta el hecho de que la deforestación no ocurre de forma lineal:
Predecir el futuro es un desafío, así que para desarrollar el modelo para esta curva de deforestación en forma de S, según la metodología Verra, nuestro equipo tuvo que clasificar los datos de las imágenes por satélite confirmando visualmente, sobre el terreno, si un punto concreto de la imagen muestra una zona forestal, una zona no-forestal o una cubierta de nubes/sombra nubosa. Es lo que llamamos "verificación sobre el terreno".
Como ya habíamos pasado por el proceso de desarrollar una línea de base del proyecto utilizando imágenes por satélite con el trabajo realizado para el estándar CCB, pedimos a Verra una desviación1 de la metodología. Esto puede ocurrir cuando el organismo auditor del proyecto comprueba y aprueba una desviación conservadora de lo que prescribe la metodología. El auditor con el que trabajamos inicialmente (Environmental Services Inc.) aprobó dicha desviación. Sin embargo, cuando Verra revisó la desviación propuesta, la rechazó, porque la Metodología 9 no permite una desviación si esta se relaciona con la forma de determinar la línea de base.
Nos encontrábamos en una situación en la que la preparación del proyecto REDD+ ya había incurrido en importantes costos operativos para el CGI. Como aún estábamos en los primeros días del mercado, Verra nos dijo que potencialmente se podría aplicar un enfoque diferente, siempre que propusiéramos el desarrollo de una nueva metodología. Sin embargo, sabíamos por proyectos anteriores que desarrollar una metodología nueva o modificada costaría unos 200.000 dólares y nos tomaría hasta dos años, pues requiere múltiples revisiones de expertos y consultas públicas.
South Pole y el CGI acordaron que lo mejor sería proceder utilizando la Metodología VCS 9 tal y como estaba redactada, sin desviaciones. Esto significaba que ahora teníamos que tomar miles de puntos de muestra de cuadrículas a partir de imágenes de satélite y compararlos con observaciones sobre el terreno, para introducirlos en el Modelo de Deforestación Acumulativa. Este proceso seguiría llevando tiempo y un esfuerzo considerable, pero bastante menos de dos años.
Completamos el trabajo de modelización y lo introdujimos en el PDD final del VCS, que fue auditado por un tercero independiente y aprobado por Verra. El resultado fue una previsión de 6,6 millones de créditos de carbono al año.
Sin embargo, como veremos más adelante, ni se generaron ni se emitieron volúmenes tan grandes: el volumen final de créditos de carbono emitidos fue de aproximadamente 3,6 millones de toneladas al año.
Mientras tanto, la ejecución del proyecto avanzaba a toda velocidad. Consciente de que el proyecto aún no había vendido ningún crédito de carbono, se dio prioridad a las actividades que, a nuestro juicio, tendrían un mayor impacto en la deforestación según la teoría del cambio (detallada en el “Anteproyecto" del PDD). Estas eran también las actividades más solicitadas por las comunidades locales.
En esta fase, el proyecto se centró sobre todo en tres intervenciones:
Además de estas actividades, el proyecto introdujo la quema temprana al comienzo de la estación seca, para gestionar los riesgos de los incendios forestales anuales (que emiten dióxido de carbono). También se tomaron medidas contra la caza furtiva, ya que los cazadores clandestinos suelen provocar incendios para ahuyentar a los animales.
En particular, el apoyo a la agricultura de conservación fue un gran éxito. El proyecto empezó formando a un pequeño número de "agricultores campeones" (champion farmers), quienes a su vez formaban a sus vecinos en sus distritos locales. Estas prácticas se denominan ahora "agricultura pfumvudza" y han tenido tanto éxito que se han extendido por todo Zimbabue, duplicando sus rendimientos y reduciendo el riesgo de tala y quema en muchas otras zonas fuera del proyecto.
Desafortunadamente, como el proyecto seguía sin recibir dinero de la venta de créditos de carbono, se tuvieron que posponer muchas otras actividades en los cuatro distritos rurales.
El 15 de octubre de 2012, el proyecto se inscribió oficialmente en el registro medioambiental Markit (en la actualidad, el registro Verra) y todos nos sentíamos eufóricos y aliviados.
La financiación del carbono utiliza un modelo basado en los resultados, de modo que los créditos de carbono solo se conceden a un proyecto cuando la reducción de emisiones puede demostrarse y auditarse. Esto significa que un proyecto REDD solo genera créditos de carbono cuando tiene un impacto medible, que tenga en cuenta las tasas de deforestación previstas y muestre lo que ha ocurrido en la zona del proyecto y en la zona de referencia comparativa. Todo ello debe ser verificado por un auditor externo.
Esto requiere un seguimiento detallado del proyecto, que incluye:
Finalmente, justo antes de la Navidad de 2012, Verra aceptó la primera declaración de seguimiento, notificación y verificación (MRV) del proyecto, auditada por Environmental Services Inc. Un año después, en diciembre de 2013, el proyecto generó sus primeros créditos de carbono para la venta.
Después de tres años de trabajo duro, estábamos eufóricos
Cabe señalar aquí que, aunque el PDD preveía que el proyecto podría generar una medida de 6,6 millones de créditos de carbono al año, esto no sucedió. En ese mismo sentido, es importante entender que los proyectos de acción por el clima nunca reclaman créditos basándose en evaluaciones iniciales (como la que se facilitaba en el PDD), sino después de que se haya llevado a cabo el seguimiento, la auditoría/verificación por un tercero y la validación final de una norma.
En nuestro trabajo inicial, utilizamos valores por defecto para el carbono forestal y el carbono del suelo, cifras que eran superiores a lo que inicialmente medimos sobre el terreno. El volumen de créditos emitidos estaba vinculado a estas cifras más exactas.
Como resultado, a partir de diciembre de 2013, se generaron unos 3,6 millones de créditos de carbono al año; aunque el volumen exacto varía un poco de un año a otro –esto se debe a los cambios en las existencias de carbono forestal en las parcelas de muestreo permanente, así como a los cambios en las muestras de carbono del suelo recogidas–.
Crear uno de los primeros proyectos del mundo para evitar la deforestación y generar créditos de carbono constituía un gran reto; pero en ese momento no nos dimos cuenta de que, durante muchos años, la parte más difícil sería venderlos en el mercado.
A principios de 2013 y poco después del dramático final del Protocolo de Kioto, CGI encargó a South Pole la comercialización y venta de los créditos de carbono para Kariba.
Los términos de nuestros acuerdos han variado a lo largo de los años, ajustándose a las condiciones del mercado y a las necesidades del proyecto. El primer contrato otorgaba a South Pole el derecho a comprar al proyecto 400.000 VER al año a 3,50 dólares la tonelada. Los ingresos por encima de ese precio se repartirían al 50 %. Rápidamente quedó claro que el precio de mercado en aquel momento era significativamente inferior (al y que los certificados de carbono eran invendibles a ese precio.
¿Por qué?
Como ya se ha mencionado, apenas unos meses antes había expirado el primer periodo de compromiso del Protocolo de Kioto, sin que los gobiernos hubieran llegado a un acuerdo para prorrogarlo. Esto significó que muchos proyectos MDL de todo el mundo se encontraron de repente sin comprador para sus créditos de carbono, lo que provocó una sobreoferta que –como veremos más adelante– duró hasta el 2019, aproximadamente y presionó los precios a bajar de forma sustancial.
Entre 2013-2019, los volúmenes de transacciones de los VER de Kariba permanecieron bajos. El proyecto requiere al menos 60.000 dólares al mes solo para mantener en funcionamiento las operaciones mínimas, el personal y las oficinas (lo que no es mucho, si se tiene en cuenta que el proyecto es casi del tamaño de Puerto Rico...). Operar el proyecto a gran escala es mucho más costoso.
En la depreciación de este mercado, CGI no era capaz de generar ingresos suficientes para llevar a cabo las actividades básicas, para las que había sido contratado a cambio de su 30 % de participación en los beneficios. Se propuso que South Pole –en contraste con un modelo estándar de reparto de ingresos– comprara volúmenes significativos de créditos de carbono en existencia.
Para South Pole, una empresa con 150 empleados en aquel momento, y sin un balance financiero sólido, semejante paso no tenía precedentes y representó un riesgo enorme. No obstante, creíamos que era esencial mantener vivo el proyecto. Decidimos adelantar el capital y comprar créditos sobre acciones sin tener un comprador, es decir, concediendo al proyecto un préstamo de alto riesgo respaldado por activos que nunca pensamos que se "reembolsarían". Estas transacciones se produjeron varias veces (en 2015, 2017, 2018 y, como parte de una transacción prevista para ampliar el proyecto que aún está en curso en 2021). También nos comprometimos anticipadamente a comprar créditos en 2019 (véase más abajo).
Para ser claros, si South Pole no hubiera comprado estos créditos de carbono en 2015-2019, el proyecto no habría sobrevivido. No olvidemos que fueron años de terribles disturbios civiles, una enorme inflación y falta de acceso a las divisas en Zimbabue. Por lo que no había forma de que el proyecto obtuviera otras fuentes de financiación.
No se trataba de una inversión especulativa, sino de la única forma de mantener el proyecto. Podríamos haber aplicado esa estrategia a un mercado más amplio (que en aquel momento estaba sobreabastecido y tenía muy poca demanda) si hubiéramos esperado que los precios subieran, pero no lo hicimos.
South Pole retuvo estos créditos hasta seis años como activo no productivo. Varios intentos de vender mayores cantidades de Reducciones de Emisiones Verificadas (VER, por sus siglas en inglés) de Kariba REDD+ fracasaron. Por ejemplo, South Pole negoció con una importante empresa italiana durante casi un año, sin éxito. Además, un proyecto REDD+ no tiene realmente una garantía o un activo que pueda ofrecer a cambio de un préstamo que no sean créditos de carbono, un activo que –como se ha demostrado– no tuvo liquidez durante esos años.
Pronto surgió otro problema para South Pole: los primeros créditos de carbono que habíamos adquirido fueron perdiendo valor porque, a ojos de los compradores, las "cosechas" posteriores de créditos son más atractivas que las antiguas. Un doble golpe.
Sobre la marcha, la frustración crecía. No entraban muchos ingresos y, por consiguiente, no se distribuía mucho dinero entre las comunidades locales. Teniendo en cuenta la gran extensión del proyecto, con 400.000 habitantes, estaba claro que algunos tenían la sensación de que el proyecto estaba produciendo muy pocos beneficios.
Solo hasta finales de 2019, empezamos a ver un buen cambio en el mercado voluntario del carbono. Los precios del carbono –al menos para las transacciones medianas– subieron lentamente. Las empresas a nivel global veían por fin la necesidad de actuar contra el cambio climático y el "efecto Greta Thunberg" echaba raíces.
Sin embargo, Kariba seguía en una situación desesperada y South Pole volvió a comprometerse con una compra a riesgo de créditos de carbono, a finales de 2019. Esta vez, el volumen de compra se pagó en el término de dos años, aproximadamente. El precio de los créditos se calculó multiplicando el precio de venta más probable basado en conversaciones avanzadas con algunos compradores, y el 75 % se destinó al proyecto. De este modo, el proyecto tenía la certeza de que, durante unos dos años, se garantizaría un flujo de ingresos seguro al mes, mientras que South Pole asumiera el riesgo de las ventas, es decir, la posibilidad de que algunos compradores no cumplieran su intención de compra. Por desgracia, esto también ocurrió.
En 2021, empezamos a hablar de una inversión en nuevos proyectos. En ese momento, se nos preguntó si aceptábamos otra transacción de compra de créditos de carbono para respaldar las finanzas del proyecto, dada la experiencia –por años– de precios bajos y alta volatilidad. Se consideraba que esa transacción también era necesaria para mostrar a las comunidades que se había asegurado una cantidad sustancial de financiación para el proyecto, independientemente de la evolución de los mercados de carbono.
South Pole acordó comprar Reducciones de Emisiones Verificadas (VER, por sus siglas en inglés) al proyecto. Esto permitió que el proyecto aumentara sustancialmente sus actividades en 2022, y espera hacerlo también en 2023. Los fondos se destinan a las comunidades, a los Consejos de Distrito Rural (CDR) y a los arrendatarios; por lo que aumentan la cantidad abonada al fondo de longevidad, como se ha detallado anteriormente.
A finales de 2021, e impulsados por el renovado interés del sector privado en la acción climática y la demanda de créditos de carbono, los precios se dispararon. El precio de los VER de REDD+, que en 2019 rondaba 1 USD o menos, pasó a 8 USD o a veces más. Se desarrollaron mercados secundarios, como el rastreador de mercado CBL. South Pole había conservado durante mucho tiempo el activo de carbono de Kariba, el cual empezó a valer mucho más. Fue una sorpresa, pero la firme confianza de South Pole en el valor de proteger los bosques por fin había dado sus frutos.
Para todos los demás créditos de carbono, South Pole y CGI habían acordado un contrato por el que South Pole recibía una comisión del 25 % por un trabajo que incluía el trabajo técnico sobre el carbono, todas las tasas de verificación y la auditoría de terceros, el pago por adelantado de las tasas de registro y la venta y comercialización de los créditos.
El resultado es que South Pole tiene esencialmente dos tipos de transacciones de créditos de carbono Kariba:
Es importante señalar que, actualmente, South Pole usa estrictamente el modelo de comisión para todas las aplicaciones que tienen una interacción directa con un cliente minorista o al por menor, como páginas web que permiten pagar con la opción de compensar las emisiones financiando así la acción por el clima.
En 2021, los mercados de carbono parecían más atractivos que nunca, con volúmenes y precios al alza y compradores interesados en Soluciones Basadas en la Naturaleza (NBS, por sus siglas en inglés). Fue entonces cuando CGI y South Pole empezaron a buscar otras áreas de proyectos en Zimbabue para ampliar la protección forestal.
Kariba nos había enseñado mucho, y queríamos asegurarnos desde el principio de que los nuevos proyectos tuvieran una financiación sólida y flujos de ingresos fiables. Consideramos la posibilidad de invertir conjuntamente en algunos proyectos nuevos de REDD+ como socios. Firmamos una hoja de términos para una transacción de capital e iniciamos un análisis de inversión mucho más exhaustivo. Por supuesto, ser socios de capital exige un nuevo nivel de la debida diligencia (due dilligence).
Por diversas razones, que incluyen las regulaciones de inversión extranjera del Gobierno de Zimbabue, la nueva metodología consolidada REDD+ de Verra y nuestros propios procesos de diligencia debida, decidimos rechazar la oportunidad en ese momento. Posteriormente, en 2023, South Pole terminó todos los acuerdos comerciales con CGI.
"La deforestación es un problema complejo con múltiples causas subyacentes y ninguna solución perfecta", Steve Zwick.
Steve Zwick, editor jefe durante muchos años de Ecosystem Marketplace, insinúa que siempre puede haber un nivel de incertidumbre en las metodologías y soluciones que intentan hacer algo y que todos reconocemos como inherentemente incierto: predecir la trayectoria del comportamiento humano en el futuro.
Junto con el creciente interés por la acción climática en 2022, aumentó también el interés (y el escrutinio) por algunas de las metodologías del carbono y por algunos de los líderes del mercado. Esto, por supuesto, es bienvenido: la gran mayoría de la comunidad REDD+ –incluido South Pole– ha estado probando, desafiando y mejorando continuamente los esfuerzos para desarrollar líneas de base creíbles, así como formas de monitorear, informar y verificar soluciones para evitar la deforestación –métodos que han sido revisados por pares y que han recibido el escrutinio público durante más de una década–.
Cada vez que podamos, vamos a darle la bienvenida a la crítica constructiva. Por eso también mejoramos continuamente nuestros propios procesos en consonancia con la evolución de los proyectos, las normas y la ciencia climática, al igual que el resto del mercado. El hecho de que se evalúen los resultados y se extraigan lecciones no es motivo de alarma, sino más bien señal de un sistema sano y "autodidacta". Así es como funciona la ciencia.
Sin embargo, recientemente nos ha preocupado bastante que algunos comentarios publicados se han basado en una investigación documental limitada, y se han citado fuentes que se ha demostrado que no revelan con exactitud que las tasas de deforestación en los Bosques Secos Africanos hayan sido rechazados. no muestran con exactitud las tasas de deforestación en los bosques secos africanos; por ejemplo, no solo pueden disuadir a los promotores y otros agentes de asumir riesgos para proteger nuestros ecosistemas a gran escala, sino también crear tal desconfianza hacia la acción climática que puede hacer que muchos de nosotros dejemos de actuar.
A lo largo de sus 10 años de existencia, el proyecto Kariba se ha sometido a evaluaciones periódicas y ha sido verificado con éxito cinco veces. El seguimiento, notificación, verificación (MRV) y validación final bianuales son imprescindibles, en primera instancia, para poder emitir créditos de carbono.
El modelo de deforestación acumulativa se genera para predecir una "tasa de deforestación de referencia", tomando datos de puntos de deforestación de la zona de referencia del proyecto durante la década anterior al inicio del proyecto. En otras palabras, observamos una década de deforestación en la zona de referencia y la utilizamos para intentar predecir los 10 años siguientes.
En contra de las críticas sobre el rigor de las metodologías REDD+ y su capacidad para garantizar un impacto real, la metodología de Verra exige que, además de las MRV periódicas, el modelo de deforestación acumulativa se actualice al final del primer periodo de acreditación de 10 años del proyecto para comparar las tasas de deforestación previstas con las observadas. Actualmente, la revalidación se realiza cada 10 años a lo largo de los 30 años de duración del proyecto Kariba, pero Verra la reducirá a cada seis años.
Llamamos a esta revalidación un “momento de verdad" ("true up moment"), un mecanismo de seguridad incorporado que garantiza que el proyecto va por buen camino. Si se detecta una tasa de deforestación mayor en la zona de referencia que en la zona del proyecto, el modelo de deforestación acumulada se corrige al alza. Por el contrario, si la tasa de deforestación ha disminuido, el modelo debe ajustarse a la baja.
¿Cómo se relaciona este trabajo técnico con los créditos de carbono? En pocas palabras, este trabajo equilibra las emisiones de créditos de carbono a lo largo de toda la vida útil del proyecto –30 años, para el caso de Kariba– garantizando que las futuras emisiones de créditos se ajusten para reflejar el ritmo real de deforestación sobre el terreno. Si la deforestación observada es mayor, se emitirán más créditos en el siguiente periodo de acreditación del proyecto, y viceversa.
Reevaluar un proyecto de la envergadura de Kariba lleva tiempo. Por eso South Pole empezó a preparar la revalidación de la línea de base del proyecto a principios de 2022, utilizando imágenes de satélite de finales de 2021. Recibimos los primeros resultados de esta revisión preliminar (no auditada) a mediados y finales de 2022, véase el gráfico:
Nuestros primeros resultados muestran que el modelo de deforestación acumulada deberá ajustarse a la baja, es decir, que el ritmo de deforestación en la zona de referencia ha disminuido. Se trata de un avance maravilloso, aunque bastante sorprendente.
Y aquí es cuando entra en juego el mecanismo de “true-up" de la Metodología 9: Para que todas las reducciones de emisiones del proyecto hasta la fecha se correspondan con la deforestación observada sobre el terreno, no esperamos que el proyecto Kariba emita muchos créditos durante varios años. Podría ser más tiempo si las tasas de deforestación siguen descendiendo en la dirección correcta, lo que en sí mismo sería un gran resultado para Zimbabue.
Al final de ese período (de emisiones de créditos limitadas), el número de créditos de carbono verificados y emitidos en cualquier momento por el proyecto, durante sus 30 años de vida útil, volverá a estar en consonancia con las reducciones de emisiones modelizadas según el Modelo de Deforestación Acumulativa actualizado.
A medida que la ciencia, las tecnologías y los mercados evolucionan, nosotros evolucionamos con ellos. Disponemos de la mayoría de los datos que nos permiten ahora iniciar formalmente la revalidación de la línea de base.
Sin embargo, Verra tampoco se ha “dormido en los laureles" y ya ha realizado importantes avances en el desarrollo de una nueva metodología REDD+ consolidada que incorpora actualizaciones científicas sobre cómo mejorar aún más los proyectos de protección forestal. Esta metodología será probablemente obligatoria para todos los proyectos REDD+, nuevos y antiguos, a partir de 2025.
Aunque es una buena noticia, también significa que nuestro equipo se enfrenta a otro dilema: ¿revalidamos Kariba en 2023 para el periodo 2021-2025, solo para pasar el proyecto a la nueva metodología consolidada en 2025? ¿O esperamos y desarrollamos el proyecto con la metodología consolidada en 2025?
Al mismo tiempo, el gobierno de Zimbabue se está interesando por la protección de los bosques del país, por lo que también podríamos plantearnos pasar a un plan denominado REDD+ jurisdiccional. Sin embargo, esto requiere mucho trabajo: en otros países ha llevado varios años y aún no ha concluido en ninguna parte, así que no tenemos un buen modelo a seguir. Se trata de un territorio verdaderamente inexplorado, algo con lo que estamos familiarizados.
El calentamiento global, por desgracia, no sigue los plazos de desarrollo de los proyectos ni las agendas de los gobiernos, por eso queremos avanzar lo más rápido posible, para que cada año cuente. Estamos consultando a Verra sobre un enfoque recomendado.
Mientras tanto, para las comunidades que habitan el área esto supone un grave problema: una serie de actividades que mantienen bajos los índices de deforestación pueden no recibir financiación. Entre ellas están el cultivo de moringa (conservación), los huertos nutricionales, el mantenimiento de pozos de sondeo, la quema temprana y la lucha contra la caza furtiva. Otras actividades necesitan flujos de ingresos regulares y predecibles procedentes de la venta de créditos de carbono para obtener beneficios sociales, como la ampliación y el mantenimiento de escuelas y centros de salud.
De cara al futuro, no podemos permitir que los árboles nos oculten el bosque: debemos detener y revertir la deforestación en esta década. El mecanismo REDD+ es actualmente el único instrumento financiero para la conservación de los bosques de escala significativa. Y –como nuestro equipo ha experimentado de primera mano durante nuestro prolongado compromiso con Kariba– está demostrando su eficacia a la hora de proteger nuestros ecosistemas y utilizar los ingresos para mejorar la vida y los medios de subsistencia de las personas que dependen de ellos, hasta el punto que el proyecto debería ser capaz de sostenerse por sí mismo, sin financiación del carbono después de sus 30 años de vida útil.
Durante sus primeros 10 años, el Proyecto Kariba se financió a través del mercado de carbono, préstamos de zimbabuenses comprometidos (CGI) y mediante los aportes y el compromiso de South Pole. Además de marcar una auténtica diferencia en la conservación de los bosques, el proyecto ha conseguido crear fuentes de ingresos adicionales para las comunidades mediante actividades que se pusieron en marcha gracias a los créditos de carbono: entre ellas, la venta de productos de moringa y la producción de hortalizas y miel (cada una genera unos 60.000 dólares anuales en ingresos). El turismo en la zona le va mejor que antes de iniciar el proyecto, en gran parte gracias a que Kariba atrae a más animales salvajes.
Muchas otras actividades financiadas con créditos de carbono también han despegado: El enfoque de la agricultura de conservación ha sido un claro éxito, y los agricultores formados por el proyecto se han lanzado a difundir las prácticas que han dado buenos resultados. De hecho, la formación financiada por Kariba ha resultado tan eficaz que ya se ha extendido por todo el país, incluso por funcionarios capacitados de Agritex.
Un proyecto REDD+ de éxito se establece de tal forma que, a largo plazo, debería ser capaz de mantenerse sin financiación del carbono.
En lo que respecta a Kariba REDD+, aún no hemos llegado a ese punto: la elevada densidad y el crecimiento de la población, unida a los bajos niveles de desarrollo económico, significan que aún existe un mayor riesgo de que se talen los bosques si se detiene la financiación del carbono.
Es evidente que las comunidades estarán preocupadas por la posibilidad de que se interrumpa esta fuente de ingresos. Se preguntan cómo sobrevivirá su proyecto y tenemos que discutir con ellos las distintas opciones.
El proyecto ya ha demostrado un gran impacto en la biodiversidad y el turismo, tal y como ha certificado y verificado Verra en múltiples ocasiones, tanto bajo el Verified Carbon Standard como bajo el Climate, Community & Biodiversity Standard. Pero aún queda mucho por hacer.
Esperamos que esta larga historia del proyecto REDD+ de Kariba inspire a otros a apoyar la protección de los bosques y aprender de nuestra experiencia, incluso de los desafíos que nos encontramos en el camino.