Bosques ribereños en el Río Igara Paraná, en Predio Putumayo, la reserva indígena más grande de Colombia. La reserva alberga uno de los ecosistemas forestales más preservados de la Amazonía colombiana. Crédito de la imagen: South Pole
En memoria del Cabildo Gobernador José de Los Santos Sauna, líder de la comunidad Kogui en Colombia, quien falleció el 6 de agosto por complicaciones a causa del COVID19
Los bosques de nuestro planeta contienen más carbono que todos los depósitos de explotación de petróleo, gas y carbón juntos, por lo cual prevenir las emisiones generadas por la deforestación y el cambio de uso del suelo es tan o más urgente que hacer la transición de los combustibles fósiles. Los bosques también son el sustento de una cuarta parte de la población mundial, entre la cual se encuentran zonas con los mayores índices de pobreza del mundo.
Pero, ¿cuáles son las buenas noticias? Al trabajar con la naturaleza es posible evitar la liberación de "carbono irrecuperable" y conservar la biodiversidad, un elemento esencial de nuestro tejido económico y social con gran incidencia en las industrias que tenemos y los alimentos que comemos. Esto es algo en lo que los proyectos de REDD+ (reducción de emisiones causadas por la deforestación y degradación forestal) están trabajando para lograr.
La tala de bosques ocurre debido a numerosas razones: para su destinación a actividades agrícolas, el pastoreo de ganado, la construcción de una mina, la ampliación de una infraestructura o de una ciudad. Pero cuando talamos árboles, no solo liberamos el carbono subterráneo y aéreo almacenado por estos, sino que prevenimos activamente que sigan creciendo y absorben más carbono de la atmósfera, tanto en el corto como largo plazo. Además, el déficit de árboles representa la disminución de sombra natural, la desaparición de fuentes hídricas y, en última instancia, la sequía, que afecta a los agricultores, entre otros grupos humanos.
En otras palabras, al talar árboles estamos impulsando simultáneamente el calentamiento global y reduciendo nuestra capacidad para abordarlo.
Debido a los efectos devastadores de la deforestación en el aumento de las temperaturas, los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera y la pérdida de biodiversidad en todo el mundo, no es sorprendente que la plantación de árboles, un billón de ellos, para ser exactos, haya sido anunciada recientemente como “una de las soluciones de reducción de carbono más efectivas hasta la fecha".
¿Y qué pasa con los bosques que nos quedan? Existe alrededor de tres billones de árboles todavía en pie, y cuidarlos debería ser nuestra primera prioridad. Estos árboles almacenan actualmente alrededor de 400 gigatoneladas de CO2 y de llegar a perderlos, habría lugar a consecuencias desastrosas para todos. Para ofrecer un mayor contexto, es necesario aclarar que nuestro umbral global de emisiones de carbono, unas 500 gigatoneladas de CO2, se encuentra cerca de ser alcanzado, y este nos aseguraría únicamente un 50% de las posibilidades de limitar el calentamiento global a 1,5°C para mediados de siglo.
La selva tropical del Amazonas es a menudo conocida como el gran pulmón de la Tierra o como un acondicionador de aire gigante que enfría el planeta, y con justa razón: los árboles existentes, en particular los bosques tropicales antiguos, almacenan mucho más carbono que las plántulas sembradas recientemente, las cuales tardan largo tiempo en madurar. Pero se trata mucho más que de sumideros de carbono, en tanto los árboles proporcionan servicios ecosistémicos vitales. Ellos protegen las cuencas hidrográficas, previenen la erosión, regulan el ciclo del suelo y las temperaturas locales, e incluso filtran la calidad del aire. También albergan el 80% de la biodiversidad terrestre y proporcionan sustento a casi dos mil millones de personas.
La conservación de los bosques es clave no solo para abordar el cambio climático, sino para desarrollar nuestra resiliencia colectiva, al prevenir la inminente crisis de biodiversidad que se avecina y reducir el riesgo de enfermedades infecciosas transmitidas por animales, tales como las que hoy padece el mundo entero.
La protección de los últimos baluartes de la naturaleza es fundamental, y es aquí donde entran en juego los proyectos de REDD+.
El concepto central de REDD+ es simple: preservar y gestionar de manera sostenible los bosques para evitar la liberación de carbono a la atmósfera mediante la tala o quema de árboles. Sin embargo, en la práctica no es tan sencillo. Debido a varias razones, proteger los complejos entornos forestales existentes es a veces más difícil que plantar nuevos bosques.
Al igual que los ecosistemas a los que protegen, los proyectos exitosos de REDD+ promueven un delicado equilibrio entre los enfoques de las comunidades locales, los gobiernos y las empresas que los apoyan. Cambiar el comportamiento significa cambiar sistemas socioeconómicos enteros que tradicionalmente se basan en la destrucción de entornos naturales, y para alcanzar este logro se requiere la concertación de esfuerzos entre todos los actores involucrados. Las actividades de protección forestal son sostenibles únicamente cuando las comunidades locales son receptoras de los beneficios sociales, económicos y ecológicos que brindan los ecosistemas.
Otro desafío es el precio y la escala de las actividades necesarias para detener los factores subyacentes de la deforestación. Si bien la financiación del carbono1 ayuda a crear oportunidades para los pobladores locales al asignar un mayor valor financiero a los bosques que se encuentran saludables, sigue siendo difícil competir con las ganancias generadas por la agricultura, la minería y otras actividades comerciales a gran escala. En un país con alternativas económicas precarias, para muchos aún vale la pena destruir el bosque, recordándonos que el desarrollo económico y la conservación del medio ambiente están profundamente entrelazados.
Es entonces cuando se hace fundamental el papel de las empresas en la ampliación y financiación de proyectos de REDD+ que no alcanzan a ser cubiertos por fondos gubernamentales, con el fin de abordar la verdadera necesidad de la crisis climática y de biodiversidad y garantizar una transición justa. Encontrar formas que sigan permitiendo la participación del sector privado en proyectos de REDD+, tanto en esquemas voluntarios como de cumplimiento, será fundamental para que los proyectos despeguen y generen fuentes de ingresos sostenibles para las personas que dependen de ellos.
Por último, un proyecto sólido de REDD+ debe tener unos procedimientos claros para el monitoreo, reporte y verificación del impacto de sus actividades. Contar con una base sólida de autogobierno garantiza la existencia de instituciones comunitarias estables y la protección del territorio, y la disponibilidad de recursos tecnológicos y financieros permite monitorear las tierras donde habitan las poblaciones indígenas para asegurarse de que no ocurran incursiones ilegales.
En muchos lugares, el sustento proporcionado a los proyectos de REDD+ por parte de empresas como JetBlue y Microsoft parece inestable como resultado de la pandemia mundial del Covid-19. Esta crisis de salud está sometiendo a las comunidades a una presión adicional, una amenaza para la que no están preparadas. El Covid-19 ya ha afectado profundamente a las regiones aisladas del Amazonas colombiano, amenazando, por ejemplo, a las poblaciones de Murui-Muina, Okaina, Bora y Muinane, en La Chorrera, Predio Putumayo, las cuales cuentan con moradores que han servido como guardianes de la selva por muchos años.
Asamblea local sobre la gestión de proyectos de REDD+ con comunidades y autoridades de asociaciones indígenas en Predio Putumayo. La participación plena de los pueblos indígenas y las comunidades locales es clave para defender sus derechos, promover su liderazgo y garantizar la gestión y el monitoreo independiente de las actividades del proyecto. Crédito de la imagen: South Pole.
"Hemos estado trabajando mano a mano con estas comunidades para ayudarlas a establecer un proyecto de protección forestal dentro de la selva amazónica y para empoderarlas para que gestionen y supervisen de forma independiente las actividades de conservación, asegurando al mismo tiempo salvaguardas sociales y ambientales"
— Samuel Monsalve Correa, Coordinador del Proyecto Predio Putumayo, South Pole.
"En la actualidad, después de un año completo de trabajo riguroso, varias visitas al sitio y más de 70 eventos educativos y sociales que involucraron a las 55 comunidades que componen el área del proyecto, finalmente nos estamos preparando para emitir los primeros bonos de carbono del proyecto. Pero estos logros se están cumpliendo en medio de las amenazas por el coronavirus. Ya hemos enviado a las comunidades locales una donación de ayuda humanitaria, que fue bien recibida, pero esto no es suficiente. Al salvaguardar los ecosistemas forestales, los proyectos de REDD+ pueden ayudar a abordar la crisis de salud humana y planetaria, y los ingresos del proyecto pueden ser invertidos en una mejor infraestructura sanitaria."
En South Pole, los proyectos de REDD+ como el de la Reserva Indígena Predio Putumayo invierten en la capacidad de los pueblos indígenas para participar de manera significativa en la conservación de la biodiversidad y el manejo sostenible de los bosques y territorios que ellos habitan. Las actividades del proyecto también apoyan estrategias para la conservación de las lenguas y tradiciones nativas, y ayudan en la creación de medios de vida sostenibles, como los negocios comunitarios de productos forestales no maderables. Todas estas medidas, en conjunto, marcan una diferencia real a largo plazo, ya sea porque luchen contra una pandemia global o contra el cambio climático.
1Financiamiento a partir de la comercialización de bonos de carbono generados por proyectos certificados de REDD+.
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